Burbujas de conciencia-luz rodeadas de negrura (conciencia-olvido) de la primera niñez van tomando forma, uniéndose para formar una historia. Aunque historia, propiamente dicha, no existe hasta que tenemos un propósito, un objetivo de vida. Para mí, ya lo conté, fue la voluntad de convertirme en escritor. Para lo cual eran necesarios unos objetivos técnicos, aprender el oficio, a los que se añadieron unos objetivos espurios: querer triunfar, ser reconocido.
La historia no abarca toda la vida. La realización o negación del objetivo no pone fin al río de la conciencia y a su centro el yo. Persiste en las burbujas de luz, generados como chispazos de conciencia toman de la memoria su energía, aunque ocasional o permanentemente sean olvidados, arrumbados a las zonas oscuras como arrugas entre los campos hinchados del yo soy.
Es necesario ver todo el río para que pueda tener un final, es necesario un final para poder ver todo el río, su discurrir y sus burbujas de conciencia con su carga de deseo, rechazo, satisfacción o temor.
No olvidarás lo que le ocurrió a tu cuerpo o a tu mente en un momento determinado de tu vida. Termina el discurrir de la conciencia y de su centro, el ego.
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