No basta con vivir el ahora, ni con saber que el ahora es todo lo que existe, es preciso comprenderlo y explicarlo. No pretendo desarrollar una nueva teoría sobre la Vida, el Universo o el Todo. Dejo eso para los que dicen que saben, los especialistas, profesores, filósofos, maestros, iluminados. Soy solo un poeta que, con toda sencillez, les invita a iniciar una investigación sobre el movimiento que, revolución completamente distinta a todas las conocidas, comienza con el darse cuenta de la importancia que tiene el comprender el ahora.

El escritor

Había trabajado durante muchos años para llegar a ser un escritor y ahora ya no le importaba si los demás reconocían su valía. Era un escritor independientemente de lo que los demás pensaran. Subsistía, sin embargo, el miedo a no ser lo que había imaginado que era.
Era consciente del trabajo realizado y de lo que aún quedaba por hacer, pero los acontecimientos se habían puesto en contra.
Se sentía incontaminado por el hecho de no haber participado en la corrupción del régimen social establecido y esto le proporcionaba cierto sentimiento de superioridad con respecto a sus colegas. Pensaba que esta era la causa principal de su no reconocimiento, de su anonimato.
Todo su sistema de pensamiento se vino abajo cuando entró en depresión. Quizá no era tan valioso como él creía. Quizá había estado perdiendo el tiempo todo estos años de arduo y solitario trabajo.

Escribió:

Como la llamarada que quema en un instante el árbol en un incendio, primero fue el miedo terrible, profundo y negro como un pozo. Y me quedé vacío, sin certezas, sin pasado ni futuro al que asirme. Luego, vinieron los lamentos y los lloros.
El yo se rinde, se siente fracasado y se rinde y, sin embargo, no se ve a si mismo como causa y centro de su desgracia, no ve sus límites: la radical inseguridad del que busca la seguridad absoluta. Porque en buscarla se basaba todo mi trabajo de escritor, no en el deseo de ser reconocido y famoso.
No importaba si había motivos reales, causas objetivas para sentirse fracasado, lo que cuenta es el sentimiento de fracaso en sí, que sin fuerzas para seguir se resiste a ver sus límites. En el fondo de sí mismo anhela lo contrario y la falta de fuerzas para lograrlo lo hunde más y más en ese pozo. Rectificaría si pudiera, cambiaría los hechos si tuviera fuerzas, sigue sin ver que él es la causa de su mal.
Frente al fracaso siempre encontrará un motivo para sobrevivir, para perpetuarse, para no quemarse completamente en aquella primera llamarada.
Pero la muerte llegó y cortó definitivamente el hilo del pasado que me unía a su fracaso. Sin pasado no hay yo. Se acabó la depresión.


¿Era verdad que ya no tenía nada por lo que luchar y que, por lo tanto, era libre para actuar? ¿O era una nueva treta del yo que se había transformado en un nuevo deseo, una nueva proyección, un nuevo objetivo camuflado? Sentía que era preciso investigarlo.
Estos mismos escritos, agrupados bajo el título Comprender el ahora, que relataban la negación de aquel primer objetivo (dedicar su vida a convertirse en escritor) y que le ofrecían continuidad tras el desengaño, quizá estaban motivados por un nuevo intento de reconocimiento.
El deseo de la muerte del yo sigue siendo el yo.

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