El primer acercamiento es puramente vivencial, el ahora se vive como sensación, abarca lo emocional, lo sensible, lo físico. Es el estado natural de inocencia infantil. Todos lo hemos vivido.
Muchos autodenominados iluminados regresan a ese primer estadio y ahí se quedan. No es que haya que evolucionar en ninguna dirección. Eso está siempre ahí. Es el éxtasis de la vida, la percepción de la belleza, de la perfecta relación entre la luz y las sombras, la armonía de la forma en la materia, en las montañas, los valles, la fuerza incontrolable de las tormentas y el cielo, la sensación del agua del río sobre la piel, los primeros escalofríos del sexo, el placer de estar vivo. Todo lo cual es velado por el condicionamiento de la educación, las costumbres, la cultura.
...
Nos reunieron a todos los alumnos en aquel sótano oscuro y frío, los maestros, para elegir nuestro regalo de navidad entre un montón caótico de juguetes, entre la barahúnda de la lucha de los más fuertes entre sí y de estos contra los débiles. Yo no encontraba el momento de intervenir, quizá debido a que era de los más pequeños, a mi timidez o al estupor que me producía aquel magnífico espectáculo de codazos, pisotones, quítate tú para ponerme yo, que nos habían preparado nuestros insignes maestros. Había que mostrarse, salir de uno mismo y elegír. Fui uno de los últimos en hacerlo como, luego, me ocurrió durante toda la vida. Nunca se mostró con tanta claridad lo que sería vivir en una sociedad
como la nuestra: se me ofreció la competición entre los míos
como única forma de conseguir lo que me correspondía.
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Aparte de los crueles maestros, no importa si su violencia es física o psicológica, no importa si su método se basa en el castigo o en la recompensa, aquella inocencia fue matada por los sucios sacerdotes, con sus imposiciones del sentimiento de culpa y arrepentimiento. La primera comunión. Ahora veo cómo transformaron el mensaje de amor del manso crucificado en actos de rencor a la vida. Y aunque aquello no duró demasiado el mal estaba para siempre hecho.
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Nunca fui el fuerte, quizá por eso fui un rebelde y, por eso, fui castigado por la autoridad cuando preferí seguir a los compañeros antes que a los sacerdotes y a los maestros. Preferí el futbolín al colegio, el ruido de la calle al silencio impuesto de las academias, el olor a basura al sudor rancio de las instituciones, el fluir del río a los mármoles de los templos.
Aprendemos a competir entre nosotros por conseguir el mejor regalo, a sentir culpa, a huir del castigo, a aceptar la autoridad sin rechistar o a rebelarnos contra ella y quedamos atrapados en aquellas primeras experiencias. Grabadas a sangre y fuego en la conciencia me hicieron como soy, pero también, y esto es importante: me hicieron lo que soy. Yo soy eso y no la conclusión del razonamiento o conocimiento de un especialista, un profesor, un maestro, un iluminado. Es ahí donde tengo que mirar ahora... en las experiencias acumuladas hasta crear un velo impenetrable para la luz, para la vida.
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Con el tiempo tendremos incluso una concepción del mundo. Qué gran cosa, un arma para combatir contra las demás visiones del mundo. En mi caso, para huir de la angustia de vivir, fui existencialista antes de abrazar el marxismo. De Sartre a Marx, tal y como era común en mi época.
Tras el desengaño, algunos se quedaron atrapados en la idea de salvadores, caí en un absoluto nihilismo, en el caos autodestructivo. Lo cual no era sino resultado del excesivo control de la ideología sobre la vida. Toda ideología es una conclusión, una solución particular a los problemas de los seres humanos. Una solución basada en el conocimiento, en el pasado y proyectada hacia el futuro. Es la negación del presente, de la vida que fluye y nunca se estanca. La solución era vivir el ahora simplemente pero, al no comprenderlo, la vida física se transformó en destrucción y muerte. El desarreglo de todos los sentidos que me llevaría a convertirme en un santo, en un vidente (según la prescripción de Rimbaud) estuvo a punto de acabar literalmente con mi vida. Tomé toda clase de drogas, frecuenté a los ángeles de la mala vida, hasta convertirme yo mismo en un ángel caído.
En ese estado de caos autodestructivo me encontraba cuando una noche, camino del suicidio, me encontré con J., la que fue y es mi compañera. Con ella y otras amigas suyas vivía cuando se produjo el segundo acercamiento que conté al principio.
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Instantes y momentos
Era el momento de la decisión. No había duda. Hasta el momento mi vida de los últimos años había discurrido en una determinada dirección. Ahora al cerrarse aquel camino era preciso volver a donde todo había empezado.
Caminaba solo por la zona donde solíamos vernos sin quedar previamente: la biblioteca y los bares que la rodeaban. No encontré a nadie y aproveché para dar un paseo. Necesitaba reflexionar a solas.
Proyecté mi futuro a partir de una historia truncada, el proyecto fracasado de una urgencia inventada. Yo era un artista, un músico, un poeta, un revolucionario no un político. Pero todo lo había abandonado, disuelto en una militancia acuciante y obsesiva. Tenía que recuperar los años perdidos. Todo mi esfuerzo se centraría en ello, el objetivo estaba claro. Triunfar sería solo el resultado de un trabajo bien hecho. Luego, comprobaría que el éxito profesional no se obtiene por el trabajo bien hecho sino por la capacidad de amoldarse a lo establecido. En este caso, tras los cuarenta años de dictadura, al nuevo discurso político de la transición sometido a los intereses del mercado e inventado por los arribistas oportunistas de turno. Pero esta es otra historia.
Había puesto toda mi voluntad y mi esperanza, mi futuro en la consecución de una sociedad que pudiera dar a luz a una humanidad nueva. Para que esa sociedad fuera tenían que cumplirse las condiciones que el partido había dictaminado según su teoría, que se calificaba a sí misma de materialista y científica. Ahora veía que esas condiciones no se cumplían, que todo había sido imaginación, fantasía, deseo disfrazado de ciencia. Tomé la decisión en el momento, tras el desengaño ideológico y político para sobrevivir a lo que todavía consideraba como una traición a mis ideales.
Toda historia está compuesta de un primer momento que se despliega, en una cadena aparentemente imposible de romper, en posteriores momentos condicionados por el aquel primero.
Todo momento condiciona el porvenir hasta el instante del rayo, en que es visto como lo que realmente es. La decisión de aquel momento fue el trasfondo que subyace a todo lo que he hecho después.
Para borrar mi pasado primero utilicé el martillo de filosofar de Nietzsche, luego, el bisturí de Henri Miller, más tarde, el inmenso y razonado desarreglo de Rimbaud. Después, fue el rayo del instante. La clara y completa percepción del momento borra, como la ola sobre la arena, todas las huellas.
Definición:
Tomo aquí la segunda y sobre todo la tercera acepción de “momento” de María Moliner. Según la primera, momento e instante son sinónimos.
1 m. Punto en el *tiempo: ‘La velocidad de un móvil en un momento dado’. 1 Instante.
2 Porción pequeña de tiempo. No admite ninguna determinación de cantidad: ‘Me falta un momento para acabar. Llegará dentro de un momento. Se ha marchado hace un momento’
3 (sing. o pl.) Tiempo de extensión indeterminada (unos segundos, unos minutos, unas horas, unos días, unos meses y hasta unos años) en que ocurre o se hace cierta cosa: ‘No es momento ahora para discutir. Pasamos entonces unos momentos de angustia’. 1 Instante[s].
Caminaba solo por la zona donde solíamos vernos sin quedar previamente: la biblioteca y los bares que la rodeaban. No encontré a nadie y aproveché para dar un paseo. Necesitaba reflexionar a solas.
Proyecté mi futuro a partir de una historia truncada, el proyecto fracasado de una urgencia inventada. Yo era un artista, un músico, un poeta, un revolucionario no un político. Pero todo lo había abandonado, disuelto en una militancia acuciante y obsesiva. Tenía que recuperar los años perdidos. Todo mi esfuerzo se centraría en ello, el objetivo estaba claro. Triunfar sería solo el resultado de un trabajo bien hecho. Luego, comprobaría que el éxito profesional no se obtiene por el trabajo bien hecho sino por la capacidad de amoldarse a lo establecido. En este caso, tras los cuarenta años de dictadura, al nuevo discurso político de la transición sometido a los intereses del mercado e inventado por los arribistas oportunistas de turno. Pero esta es otra historia.
Había puesto toda mi voluntad y mi esperanza, mi futuro en la consecución de una sociedad que pudiera dar a luz a una humanidad nueva. Para que esa sociedad fuera tenían que cumplirse las condiciones que el partido había dictaminado según su teoría, que se calificaba a sí misma de materialista y científica. Ahora veía que esas condiciones no se cumplían, que todo había sido imaginación, fantasía, deseo disfrazado de ciencia. Tomé la decisión en el momento, tras el desengaño ideológico y político para sobrevivir a lo que todavía consideraba como una traición a mis ideales.
Toda historia está compuesta de un primer momento que se despliega, en una cadena aparentemente imposible de romper, en posteriores momentos condicionados por el aquel primero.
Todo momento condiciona el porvenir hasta el instante del rayo, en que es visto como lo que realmente es. La decisión de aquel momento fue el trasfondo que subyace a todo lo que he hecho después.
Para borrar mi pasado primero utilicé el martillo de filosofar de Nietzsche, luego, el bisturí de Henri Miller, más tarde, el inmenso y razonado desarreglo de Rimbaud. Después, fue el rayo del instante. La clara y completa percepción del momento borra, como la ola sobre la arena, todas las huellas.
Definición:
Tomo aquí la segunda y sobre todo la tercera acepción de “momento” de María Moliner. Según la primera, momento e instante son sinónimos.
1 m. Punto en el *tiempo: ‘La velocidad de un móvil en un momento dado’. 1 Instante.
2 Porción pequeña de tiempo. No admite ninguna determinación de cantidad: ‘Me falta un momento para acabar. Llegará dentro de un momento. Se ha marchado hace un momento’
3 (sing. o pl.) Tiempo de extensión indeterminada (unos segundos, unos minutos, unas horas, unos días, unos meses y hasta unos años) en que ocurre o se hace cierta cosa: ‘No es momento ahora para discutir. Pasamos entonces unos momentos de angustia’. 1 Instante[s].
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